Solo tenemos 19 años y una vieja vespa con la que serpenteamos por las viejas carreteras. Subidos en ella siento su fuerte abrazo. Anochece y su mirada torna líquida, como si quisiera decir algo que nunca dice.
Es viernes y el bullicio de las calles nos despierta de nuestras ensoñaciones. Nunca se lo que piensa ella, pero yo no quiero seguir la estela marina de mi padre, y aquí solo veo un futuro de redes y cañas.
– María, nos tomamos una cerveza en lo de “Peppo”? He quedado allí con Tomasso.
– No, prefiero que me lleves a casa
– Solo será una.
– No Guido, no.
Al dejarla en su casa, un suave beso en la mejilla y su mirada líquida.
Vuelvo al viejo acantilado y recuerdo los días de paseos prohibidos, de viento y salitre intentando ver a la sirena de Tomasso mientras reíamos por cualquier tontería. La luz de la luna apenas ya me deja vislumbrar el pequeño puerto de barcas marchitas y la costa recortada se funde en un picado mortal con la mar.
Solo en un pueblo marinero se envejece así, sin darte apenas cuenta… Me revuelvo lentamente, echo un último vistazo y me alejo de allí.
Muy nostálgico
Bueno… no solo de desayunos vive el hombre..jjj